El camino de espinas para las corcholatas

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Contrapunto

En un México con tantos matices, donde el norte es abismalmente distinto del sur, donde la costa del Golfo y del Pacífico bien podrían pasar por países distintos y el centro cree que representa el pensar de todo México, sólo Andrés Manuel López Obrador, después de recorrer por muchos años el país haciéndose notar como uno más del pueblo, logró poner en la agenda nacional el tema de la “corrupción generadora de pobreza” y se asumió como el único capaz de erradicar el mal.

Y más allá de las filias o fobias que su proyecto provoca en los mexicanos, más allá de si es verdad o mentira lo que argumenta y promueve el presidente, más allá de estar a favor o en contra de esa postura radicalista que alimenta provocando la polarización y el rechazo automático de un sector de la población; en un análisis estrictamente político, es ridículo tratar de menoscabar su mérito ante lo evidente de su popularidad frente a la mayoría.

El hoy presidente de la República logró hacerse ver como el común denominador en la diversidad, pues supo reconocer que la mala distribución de la riqueza, proyectada en números escandalosos de mexicanos en estado de pobreza, era lo que en realidad unía al país; y acompañó su camino con lo único que en verdad vale cuando se busca tener autoridad, “congruencia”.

Construyó durante décadas la imagen de no ser de aquellos que se rinden ante el poder del dinero y verdad o no; concentró su trabajo en los más vulnerables, mostrándose como un político diferente, apartándose del mundo de los lujos y ostentaciones de la clase política.

Así que, aunque a todo su equipo pudiera imputársele alguna falta ligada a la corrupción, él pudo permanecer blindado ante los ojos de la mayoría e incluso ser visto como víctima. Recordemos que, aunque racionales, los humanos tomamos más del 75% de nuestras decisiones olvidándonos de la razón y haciendo prevalecer al sentimiento.

Ahora bien, considerando todo lo anterior podemos preguntarnos a quién puede el pueblo identificar como el defensor de sus intereses y sucesor de López Obrador. ¿Es la Dra. Claudia, la intelectual, la que tomará las riendas? ¿Es Marcelo el conciliador, el pensador, el heredero de la esperanza y la transformación? O Adán Augusto es el que se identifica más con lo que hoy es Andrés Manuel para muchos mexicanos.

Por lo pronto podemos ir descartando a Monreal, que logró convencer a los más ingenuos que su estrategia era la correcta y ahora es evidente que cayó de la gracia de los morenistas más recalcitrantes y de traidor no lo bajan.

Por lo mostrado hasta ahora, Claudia Sheinbaum se concentrará en el discurso encaminado a atender a los más desprotegidos y erradicar la pobreza, Marcelo Ebrard apostará con un discurso dirigido a la clase media, como el verdadero instrumento para el desarrollo, sin olvidar los “apoyos ya establecidos” y Adán Augusto López, con el estilo más parecido al del presidente, aún es un enigma su estrategia camino a la candidatura morenista por la presidencia.

En este México de matices, no pesa lo mismo Claudia en el sur que Adán Augusto, así como el secretario de Gobernación no pinta en el centro como lo hace Sheinbaum. Marcelo ha promovido su imagen al mundo, pero su enganche es incipiente con los morenistas que no forman parte del partido. Es muy importante recordar que todo ha cambiado y la tendencia vigente y en aumento, es que los ciudadanos votan por las personas y cada vez menos por los partidos.

La arenga de hoy para los que se tiñen de guinda es a favor de la unidad, justo como lo hicieron los priistas durante décadas; y si hoy enarbolan esta bandera es porque la fractura muy pronto se hará evidente.

Hoy las corcholatas están tan lejos las unas de las otras que, por eso tienen que decir que están cercanas, “lo que se ve no se pregunta” y se saben adversarios en la lucha por la candidatura. Cuán unidos están se demostrará bajo una sencilla proporción: A mayor cantidad de golpes bajos en el proceso, menor es la cohesión y unidad al interior del partido.

Finalmente, lo que está pasando en Coahuila es una advertencia clara de lo que puede pasar en el 2024 con la elección presidencial, recordemos que los grandes imperios, como los grandes partidos, se autodestruyen desde adentro. Así que, el camino que lleva a la elección del candidato de morena nos lo pueden vender como uno lleno de rosas; sí, porque las rosas están llenas de espinas.

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